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26/03/2019

Julian Lage eléctrico

Foto de Nathan West

Julian Lage es uno de los grandes guitarristas de su generación. En su día niño prodigio, como quedó documentado en Jules at Eight ("Juli" a los ocho), dejó de ser una mera promesa hace muchos años. Hoy forma parte de una enorme variedad de proyectos, pero su propio trío —su guitarra acompañada por contrabajo y batería— es la unidad en la que más brilla.

La última vez que tocó en Londres, en julio de 2018, en un momento del concierto preguntó qué día era, no tanto porque hubiese perdido la cuenta  —habitual en músicos de gira— sino en agradecimiento al respetable por haber llenado el Jazz Café de Camden Town un martes para escuchar, como él dijo, jazz.

No es que me importen las etiquetas, pero creo que en el caso del trío de Lage lo de "jazz" está un poco desencaminado. Tocan música instrumental, sí, y además al nivel que se espera de los músicos de primera fila hoy en día, pero aquí hay más que jazz. En sus tres discos con el trío, Arclight (2016), Modern Lore (2018) y el nuevo Love Hurts (2019) el sonido de, casi siempre, una Telecaster (o una Nachocaster, marca valenciana) combinado con los clásicos batería y contrabajo, a mí me recuerdan más a los guitarristas de Western Swing oriundos o residentes en California (de donde viene el propio Lage), como Jimmy Bryant o especialmente Roy Lanham, intérpretes capaces de atacar cualquier estilo de música gracias a un virtuosismo apabullante. Como ellos, Lage es un explorador de su instrumento, pero estamos a principios del siglo XXI y su amplitud de miras es todo lo vasta que puede ser en cuanto a estilos y patrimonios musicales.


Parafraseando al tío Ben de Spiderman, una gran libertad conlleva una gran responsabilidad, y las maneras imposiblemente dulces de Lage en persona ocultan su firme determinación y decisión a la hora de guiar su música. En este sentido, Modern Lore es el disco más significativo del trío, y no sólo por ser el único compuesto solamente por originales de Lage. Aquí, como en el previo Arclight, Scott Colley está al contrabajo y Kenny Wollesen a la batería, mezclando de alguna forma las sombras de dos maestros de Lage, Jim Hall y Bill Frisell.

Las melodías diatónicas de Lage, canciones sin palabras, sus ritmos explícitos —la disciplina y el toque de Wollesen son fundamentales aquí—, como el rock suave de "General Thunder", el rodante 6/8 de "The Ramble" y "Roger the Dodger", o el trotero 2/4 de "Wordsmith", y la estructura de sus temas muestran en conjunto una claridad que se echa en falta en un montón de música contemporánea. La mayor parte del repertorio del disco lo forman canciones de este tipo, pero queda hueco para "Earth Science" ornetteano, aún dentro del mismo marco sonoro.

Otra de las virtudes de Lage en estos discos es que mantiene a raya su virtuosismo como guitarrista de púa. Aunque parezca obvio, no deja de tener mérito para un guitarrista joven. Asoma aquí y allá —como en los ecos de Bach en "Roger..."—, pero sin notas malgastadas ni alardes: la prioridad son las canciones, como "Revelry" y "Whatever You Say, Henry", ambas en un espíritu contemplativo, de vastas llanuras, que no desentonaría entre las obras más plácidas de la compositora Maria Schneider. 


La Telecaster fue la primera guitarra eléctrica maciza producida industrialmente. Es un instrumento con un maravilloso sonido natural, que Lage explota con acierto. Como una voz humana, permite que distorsione cuando alza el volumen y, aunque se trata de un instrumento eléctrico, la variedad expresiva viene toda de las manos de Lage, su posición en la guitarra y la fuerza que aplica al tocar.

Lo que nos lleva a sus amplísimos juegos de dinámicas. Incluso en vivo —con Jorge Roeder al bajo y Eric Doob a la batería— pasa casi del silencio al estruendo sin esfuerzo, como en el vídeo, que recoge el final de su bolo en Londres el año pasado.



En resumen, no se pierda este trío si puede. Está ahora mismo de gira (fechas).

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