19/07/2008

(Don't) Say it loud! / ¡Más bajo!

El aficionado al jazz en Londres es un privilegiado, porque hay mucha música y porque se nos presentan ofertas singulares. Hace ya un mes largo pasaron por aquí casi seguidos Abdullah Ibrahim y Jason Moran, el primero en el Barbican con la big band y la sinfónica de la BBC, el segundo en St. Luke's con su trío más una sección de viento "local" presentando su montaje In My Mind, homenaje a Thelonious Monk y su concierto del Town Hall de 1959. Las correspondientes reseñas están en la página de Cuadernos de Jazz (la de Moran y la de Ibrahim).

El concierto de Moran fue... intenso. Por un lado la música tenía mucha miga, una mezcla de visceralidad e intelecto muy apetitosa; por otro, el montaje de vídeo, con imágenes y sonido procedentes del archivo del fotógrafo Eugene Smith (ver entrada previa) era igualmente atractivo, incluida la historia sobre el primer contacto de Moran con la música de Monk. A ratos resultó demasiada información para asimilar de una tacada.

La única objeción seria que se me ocurre al concierto de Moran fue el volumen del sonido. Lo mismo es la edad (no creo), o que me tocó la primera fila, pero lo cierto es que la música sonó muy alta. Sin llegar al absurdo estrépito de la big band de Escocia con Tommy Smith hace unos años en la Purcell Room (aforo: 370, sala diminuta en la que una big band debería poder tocar sin micrófonos, salvo quizás el contrabajo), o la lamentable sonorización de la big band de Charles Tolliver en el Queen Elizabeth Hall (aforo: 900) el año pasado, que impidió apreciar los matices de los arreglos, uno de los atractivos, si no el principal, de escuchar a una big band en vivo.

Lo cierto es que por el motivo que sea estos son tiempos de maltrato auditivo. Pruebas anecdóticas: 1) el año pasado iba yo en el tren escuchando música con auriculares, y pude reconocer el intérprete y la canción que iba escuchando un vecino de vagón con sus auriculares (a través de mi música y del traqueteo del tren); 2) el lunes 7 de julio se presentó en Ray's Jazz el libro de Derek Ansell sobre Hank Mobley con un dúo de tenor (Simon Spillett) y piano (John Critchinson); las ocasiones en que Spillett apartó del micrófono la boca del saxo demostraron que no hacía falta la amplificación (y además sonaba más bonito); 3) el cine en salas comerciales, al menos en esta ciudad, se ha vuelto literalmente insoportable para el oído.

La excepción a esta tendencia fue precisamente el concierto de Abdullah Ibrahim en el Barbican. La interpretación y los arreglos fueron exquisitos, pero lo mejor de todo fue el sonido. En todo momento se mantuvo a un nivel perfecto, audible en los pianísimos y no saturado en los fortísimos, ideal para apreciar los matices, para seguir los instrumentos de cada sección.

Supongo que con el borreguismo imperante hará falta, al menos en este país, que se ponga de "moda" el tema del volumen excesivo, que cunda el alarmismo y la gente se "conciencie" (me pregunto cómo podríamos vincular esta cuestión con el calentamiento global o el precio del petroleo). Yo, de momento me voy a agenciar unos tapones.

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I don’t know whether jazz fans in London realize how privileged they are. Not only the offers are abundant, but special too. How many cities in the world have Abdullah Ibrahim with a big band and a symphonic orchestra and Jason Moran’s “tentette” within a week? The former played the Barbican, the latter brought his In My Mind to St. Luke’s.

Moran’s show was great, but a bit of an information overload too. In My Mind has plenty of substance, because of Monk’s meaty compositions and the gutsy interpretations by the pianist and his gang, all of which makes it difficult to follow the accompanying film and unmissable sound clips, like Monk’s instructions to Hal Overton on how to arrange his tunes. The images in the film come from the research been carried out by Sam Stephenson and his team at Duke University on photographer Eugene Smith’s archives of reel tapes and pictures (see previous entry). My only complaint about this gig is that it was too loud.

It may well be that I’m getting old (not really), and the fact that I was seated close to the stage probably didn’t help, although the volume didn’t reach the absurd levels of Tommy Smith and the Scottish big band a few years back at the Purcell Room in the South Bank (capacity: 370, a tiny toom where a big band should be able to play with no mikes, except perhaps the double bass), or the poor sound achieved at Charles Tolliver’s big band gig at the Queen Elizabeth Hall (capacity: 900) last year, which made it very hard to appreciate the details in the arrangements, one of the appeals, maybe the main one, of listening a big band play live.

The fact is that, for whatever reason, these are times of punishment for the ears. Anecdotal evidence: 1) last year I was in the train back home, listening to my mp3 player with my headphones on, and I was able to identify the song and interpreter on somebody else’s mp3 player (through my music and the train’s clatter); 2) on July 7 Derek Ansell's book on Hank Mobley was launched with a short performance by a tenor sax (Simon Spillett) and piano (John Critchinson) duet at Ray's Jazz; whenever Spillett moved the horn away from the mike, not only it sounded prettier, but it also became clear that he didn’t need any amplification; 3) films in commercial rooms, at least in London, have become unbearable volume-wise.



One exception to this trend was Ibrahim’s gig at the Barbican. The arrangements for the big band were excellent, the execution spotless... all of it enhanced by the excellent sound balance. The volume was perfect at all times, audible in the pianissimos and never saturated in the fortissimos, ideal to appreciate the nuances, to follow the different instruments of the orchestra.

I guess that in the current situation, where so many people sheepishly following the latest media trend, we’ll have to wait till anti-loudness becomes fashionable with the papers and the telly, with a generous of social alarm and am overwhelming need to make people aware of its long-term consequences (there must be a way to link it to global warming or the price of oil.) In the meantime, I’ll get me a pair of ear plugs.

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