Cuadernos y yo
Mi primer contacto con Cuadernos de Jazz debió de ocurrir hacia 1993. Yo andaba muy metido en el blues (era suscriptor de Solo Blues) y conocía alguna cosilla de jazz, pero muy poco. Un día descubrí la revista en la biblioteca municipal de mi pueblo. La ojeé y me pareció abrumadora, porque apenas conocía ninguno de los nombres que en ella se mencionaban. A pesar de esa primera impresión, terminé por convertirme en lector asiduo.
La primera vez que aparecí en la revista fue hacia finales del 95, pero no con un texto, sino en una foto. Estoy entre el público del concierto del 5º aniversario de la revista, celebrado en San Sebastián en julio de ese año, sentado justo detrás de Federico García Herráiz, una de las firmas, junto con Jorge García, que leía sin falta (Federico casi me tritura un pie con una pata de su silla). El concierto, esas cosas de Cuadernos, reunió sobre el escenario a Lee Konitz, Phil Woods, Joe Lovano y Gary Bartz, con Kenny Barron, Reggie Johnson y Ben Riley en la rítmica. De esto hace ya quince años...
Los dos años siguientes cubrí el festival para El Diario Vasco. Fueron días felices, de crónicas por teléfono a toda prisa y carreras para llegar a todos los conciertos posibles. En una de esas entrevisté a Ira Gitler y le envié la entrevista a Raúl Mao. Nos conocimos en persona meses después en Madrid, en noviembre del 98, a la salida de un concierto de Brad Mehldau en el Auditorio Nacional, y a los días charlamos en la vieja sede de la revista de la calle Hortaleza.
Desde 1998 escribo para Cuadernos. He hecho reseñas de discos, entrevistas, perfiles, artículos largos, artículos cortos... incluso tuve una columna. Mi relación, en la distancia, con la revista, o con Raúl y Maria Antonia, que es lo mismo, siempre ha sido cordial y entrañable (aunque con Raúl a veces me arrepiento de no haber aprovechado mejor mi paso por la universidad y haber dominado las artes del jugador de mus).
En estas fechas Cuadernos de Jazz cumple 20 años. Es la primera revista española dedicada al jazz que llega a esa cota. La revista no es perfecta, ni mucho menos, aunque tampoco ayuda que apenas haya competencia en español (entre otras cosas, eso hace que algunos lectores esperen demasiado de ella). Tras las recientes intermitencias de Jazz Times en Estados Unidos y Jazz Journal (renacida tras incorporar a Jazz Review) en el Reino Unido, la asimilación de Jazzman por Jazz Magazine en Francia, o la lamentable desaparición de Swing Journal en Japón, el panorama para la difusión del jazz en papel es negro como pocas veces en el pasado. En España, además, el panorama en general es particularmente serio en otras facetas más apremiantes de la vida y, como ocurre en todas las crisis económicas, el sector de la cultura está siendo de los primeros en resentirse.
Ahora más que nunca es necesario el esfuerzo por salir a ver música en directo. Por comprar, mejor si es directamente a los músicos, algún cedé. Y en estos meses estivales, es el momento de rascarse el bolsillo y hacerse con este número histórico de Cuadernos, y de paso ayudar a mantener en circulación un vehículo esencial para quienes creemos que merece la pena dedicar tiempo, esfuerzo y recursos a difundir de la mejor manera posible y por escrito músicas que son un alimento exquisito, acaso indispensable, para el alma.
La primera vez que aparecí en la revista fue hacia finales del 95, pero no con un texto, sino en una foto. Estoy entre el público del concierto del 5º aniversario de la revista, celebrado en San Sebastián en julio de ese año, sentado justo detrás de Federico García Herráiz, una de las firmas, junto con Jorge García, que leía sin falta (Federico casi me tritura un pie con una pata de su silla). El concierto, esas cosas de Cuadernos, reunió sobre el escenario a Lee Konitz, Phil Woods, Joe Lovano y Gary Bartz, con Kenny Barron, Reggie Johnson y Ben Riley en la rítmica. De esto hace ya quince años...
Los dos años siguientes cubrí el festival para El Diario Vasco. Fueron días felices, de crónicas por teléfono a toda prisa y carreras para llegar a todos los conciertos posibles. En una de esas entrevisté a Ira Gitler y le envié la entrevista a Raúl Mao. Nos conocimos en persona meses después en Madrid, en noviembre del 98, a la salida de un concierto de Brad Mehldau en el Auditorio Nacional, y a los días charlamos en la vieja sede de la revista de la calle Hortaleza.
Desde 1998 escribo para Cuadernos. He hecho reseñas de discos, entrevistas, perfiles, artículos largos, artículos cortos... incluso tuve una columna. Mi relación, en la distancia, con la revista, o con Raúl y Maria Antonia, que es lo mismo, siempre ha sido cordial y entrañable (aunque con Raúl a veces me arrepiento de no haber aprovechado mejor mi paso por la universidad y haber dominado las artes del jugador de mus).
En estas fechas Cuadernos de Jazz cumple 20 años. Es la primera revista española dedicada al jazz que llega a esa cota. La revista no es perfecta, ni mucho menos, aunque tampoco ayuda que apenas haya competencia en español (entre otras cosas, eso hace que algunos lectores esperen demasiado de ella). Tras las recientes intermitencias de Jazz Times en Estados Unidos y Jazz Journal (renacida tras incorporar a Jazz Review) en el Reino Unido, la asimilación de Jazzman por Jazz Magazine en Francia, o la lamentable desaparición de Swing Journal en Japón, el panorama para la difusión del jazz en papel es negro como pocas veces en el pasado. En España, además, el panorama en general es particularmente serio en otras facetas más apremiantes de la vida y, como ocurre en todas las crisis económicas, el sector de la cultura está siendo de los primeros en resentirse.
Ahora más que nunca es necesario el esfuerzo por salir a ver música en directo. Por comprar, mejor si es directamente a los músicos, algún cedé. Y en estos meses estivales, es el momento de rascarse el bolsillo y hacerse con este número histórico de Cuadernos, y de paso ayudar a mantener en circulación un vehículo esencial para quienes creemos que merece la pena dedicar tiempo, esfuerzo y recursos a difundir de la mejor manera posible y por escrito músicas que son un alimento exquisito, acaso indispensable, para el alma.
(picar en la imagen para ver el sumario del nº del 20º aniversario)
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