29/09/2011

¿Veinte años no es nada?

Veinte años no es nada, decía el tango, pero la poesía es un reflejo muy polarizado de la realidad, sobre todo teniendo en cuenta que veinte años es el periodo que el Consejo de la UE ha ampliado los derechos sobre las grabaciones fonográficas. En otras palabras y en principio, se acabaron las montañas de reediciones baratas de música originalmente publicada antes de, a día de hoy, 1961. Todo el rock'n'roll clásico —incluido el primer Elvis— volverá a requerir el permiso de los dueños de los másters originales, así como el mejor Sinatra —el del sello Capitol— y todo lo grabado a partir de 1941. Por poner un ejemplo, toda la carrera de Charlie Parker como líder, desde hace años en el dominio público, vuelve a manos de sus propietarios legales.

Eso, en teoría. En la práctica, cualquiera con una conexion a internet puede escuchar prácticamente lo que le apetezca, y gratis. La fidelidad del sonido ha dejado de ser una consideración —vivimos la primera época en la que el estándar dominante, MP3, es peor que el anterior, CD— y entre Spotify, YouTube, los intercambios de ficheros de audio, los blogs que ofrecen descargas, etc., el problema hoy en día, como hemos comentado en alguna ocasión, no es conseguir la música, sino el tiempo para escucharla de forma que nos aproveche mínimamente.

22/09/2011

Ray Gelato en 2011

El pasado sábado 17, como es habitual en Londres, la oferta de música en directo era rica y variada, en casi cualquier género que a uno se le pueda ocurrir. No obstante, Ray Gelato y sus Giants pasaban por el 100 Club, acontecimiento que, en principio, más vale no perderse. Este club, inaugurado por el padre del gran Victor Feldman (entonces batería de 8 años) en plena Segunda Guerra Mundial, tiene una historia tan rica (véase esto y esto) que roza lo obsceno y, sin la solemnidad de otros locales, parece que ese aura irrepetible se contagia a quien se suba a su escenario.

14/09/2011

Rarezas: Eddie Costa con Gigi Gryce

Fred Baker fue un cineasta alternativo enamorado del jazz y la danza, que quiso combinar ambas expresiones artísticas en su primer cortometraje, On the Sound. Lamentablemente, falleció el pasado 5 de junio a los 78 años (necrológica de Variety).

Como contaba él mismo (aquí), para la banda sonora primero pensó en Mingus, a quien conocía, pero éste declinó y le recomendó a Gryce. Por lo que dice en la página de Vimeo y en la excelente biografía de Gryce firmada por Noal Cohen y Mike Fitzgerald, parece que Baker tomó unas grabaciones que Gryce hizo especialmente para la película, puso la música a los bailarines, filmó la danza, y editó música y metraje hasta reducirlo a 8 minutos.

Aunque hoy sea una rareza, en su día recibió el USA Golden Eagle de 1963, y fue seleccionada para los festivales de Edimburgo, Berlín y la Bienal de Venecia de ese mismo año.

La importancia de la banda sonora de este corto se debe a que es una de las escasas grabaciones, junto con Reminiscin', el elepé para Mercury, y lo que ha rescatado recientemente Uptown, del Orch-Tette de Gigi Gryce. Además, como señalan Cohen y Fitzgerald en su biografía, la banda sonora "contiene elementos musicales presentes en grabaciones anteriores de Gryce, particularmente los dos movimientos basados en el blues, pero también muestra la influencia del free en un extenso solo de vibráfono acompañado por bajo y batería sin un pulso definido". Aunque merece la pena ver el corto completo, los dos solos de Eddie Costa son de lo más destacable.

Según la discografía de Gigi Gryce recopilada por Cohen y Fitzgerald, la grabación se llevó a cabo probablemente en el verano de 1960, en el estudio Bell Sound de Nueva York, con el siguiente personal: Richard Williams (trompeta), Gigi Gryce (saxo alto, clarinete y flauta), Eddie Costa (vibráfono), Richard Wyands (piano), Reggie Workman (contrabajo) y Mickey Roker (batería).