Para quienes nos adentramos en el jazz desde un pueblo pequeño, sin internet ni otros lujos que hoy damos por sentado, la llegada de Cuadernos de Jazz a la biblioteca municipal era un acontecimiento. Su lectura, como la escucha de los pocos discos que uno tenía, calaba con la misma rapidez con que el agua desaparece en tierra seca.
En esa época de educación tan sentimental como musical, la de Federico García-Herráiz era una de las firmas de las que yo rumiaba hasta las comas. Aunque con el tiempo compartimos páginas, nunca llegué a conocerle en persona, y las veces que le vi, siempre con bastón a pesar de su aparente juventud, fue antes de mi entrada en la revista y no me atreví a saludarle y darle las gracias por lo aprendido.
Federico nos dejó apenas una semana después que Raúl Mao. Del primero no tengo ninguna foto, pero con Raúl he encontrado esta, del Jazzaldia de 1999, de tiempos, en muchos aspectos, más felices.
Con Max Roach y Raúl Mao en San Sebastián, julio de 1999 |
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