04/04/2013

Piazzolla en Nueva York (I): Brooklyn 2011

Astor Piazzolla (fuente)
Astor Piazzolla es una de las grandes figuras de la música del siglo XX, uno de esos artistas que, como Ravi Shankar o Paco de Lucía, por ejemplo, ha transcendido fronteras, culturas y etiquetas tomando la música propia de su tierra, dándole un giro personal y llegando al corazón del público de todas partes del mundo.

El bandoneonista y compositor —cuya educación musical incluye las lecciones de Ginastera en Buenos Aires y Nadia Boulanger en París— tuvo una larga trayectoria y su legado incluye un buen puñado de discos que nunca estarían de más en la colección de cualquier melómano. Como con cualquier otro artista, sería difícil, y probablemente inútil, tratar de señalar su mejor disco, aparte de que tal ejercicio suscitaría polémicas tan incendiarias como innecesarias.

Aun así, lo que no costaría tanto es decidir cuál es peor disco, o al menos el más aburrido. Un firme candidato sería Take Me Dancing (Ti-Co 1066), “Llévame a bailar”, grabado en Nueva York en 1959. Piazzolla vivió en esa ciudad cuando niño y a ella regresó un par de años, de 1958 a 1960, con intención de abrirse camino en Estados Unidos, en un periodo que quizás haya caído en el olvido por estar embutido entre el Octeto Buenos Aires y la publicación de “Adios, Nonino”, ya de vuelta en Argentina. El propio Piazzolla tampoco anima a recordar esos días: no son pocos los testimonios (de su propio hijo, Daniel, entre otros) según los cuales no quería ni oir hablar de aquel disco, planteado, en principio, como una fusión de tango y jazz. La crítica ha coincidido, en general, con ese punto de vista, salvo excepciones como Diego Fischerman y Abel Gilbert, en su reciente tomo Piazzolla, el Mal Entendido (Edhasa, Buenos Aires, 2009).

Fue precisamente esta excepción la que llevó a Pablo Aslan, contrabajista argentino y residente en Brooklyn, Nueva York, a revisitar Take Me Dancing. Aslan lleva años construyendo y transitando puentes del jazz al tango y viceversa, y ya conocía el disco, pero al revisitarlo se tuvo que enfrentar a tres problemas: uno, es el ritmo, a cargo del güiro y los bongós, que resulta repetitivo hasta el agotamiento; dos, los arreglos pecan de demasiada concentración de ideas en poco espacio (ningún corte llega a los tres minutos); tres, a pesar de la intención declarada de Piazzolla de fusionar jazz y tango, lo cierto es que no se aventuró muy lejos de su hábitat natural, y su acercamiento al jazz no va mucho más allá de sus propios solos improvisados. Por algún motivo, Piazzolla no optó por emplear una rítmica clásica (batería y contrabajo) ni aprovechó el talento de sus acompañantes: por poner un ejemplo, un solista de competencia probada como Eddie Costa no se lleva más que 12 y 8 compases en “Triunfal” y “Laura” respectivamente. En general, por los arreglos y el ritmo, esta música suena demasiado rígida e incluso repetitiva.

El logro de Aslan es haber empapado aquel disco en jazz. Ha hecho desaparecer la rigidez rítmica, y ha expandido secciones de los arreglos de Piazzolla rebajando su densidad. Además, todos los componentes de su quinteto tienen ocasión de solear, lo que hace de Piazzolla in Brooklyn (Soundbrush Records, SR 1023) un disco verdaderamente colectivo. En él Aslan revisita nueve de los doce temas de Take Me Dancing, dejando fuera, astutamente, “Sophisticated Lady” y “April in Paris” que habrían resultado demasiado obviamente jazzísticos. También se han quedado fuera “Boricua”, original de Piazzolla, así como “La Coquette”, un tema difícilmente explicable y solamente disponible como cara B del single “Lullaby of Birdland” (y en la reedición japonesa del disco en CD, P-Vine PCD-2877, 1994). “Coquette” no es ni tango ni jazz, sino algo parecido a un jingle comercial, posiblemente algo grabado en tiempo muerto de estudio, como se verá más adelante.

Aslan también ha modificado la instrumentación del grupo. Ha desechado el vibráfono y la percusión “latina”, haciéndose acompañar por Nicolás Enrich (bandoneón), Gustavo Bergalli (trompeta), Abel Rogantini (piano) y Daniel “Pipi” Piazzolla, nieto de Astor (batería), con el líder al contrabajo. Además, ha solventado dos cuestiones espinosas con habilidad. La primera, la rítmica, completamente reconfigurada, la ha dejado en manos de un Piazzolla, Pipi, quien ha resuelto con brillantez la papeleta aligerando y diversificando la percusión, cambiando así radicalmente el aire del disco. La segunda es el “encarguito” de tocar el bandoneón en una adaptación de música del principal exponente del instrumento. Aslan, contracorriente y por sorpresa, se lo endosó al jovencísimo Nicolás Enrich, exguitarrista a quien la música de don Astor lo tiró del caballo a los brazos del bandoneón. Como curiosidad, para abrir el disco y entrar en ambiente, Aslan ha escogido "Calle 92", una suerte de blues piazzollano que no sale de Take Me Dancing, sino de Piazzolla interpreta a Piazzolla (RCA, 1961). Aparte de ser una suerte de blues y un saludo explícito del propio Piazzolla a sus "años perdidos" ("Calle 92" es la West 92nd Street, de Manhattan, donde la familia Piazzolla vivió, en el nº 292), Bergalli toca su primer solo con la sordina Harmon a la manera de Miles Davis, que andaba grabando su clásico Kind of Blue en la misma ciudad y prácticamente en las mismas fechas en que Piazzolla registraba Take Me Dancing.

Más allá de homenajes y anécdotas históricas, Aslan ha cuadrado un disco fascinante por sí mismo, enérgico, sutil y dramático, exprimiendo todo el potencial compositivo que el propio Piazzolla no llegó a explotar. Habría sido muy interesante conocer la opinión de Piazzolla al respecto, pero eso, lógicamente es imposible y no nos queda más que conformarmos con la de uno de los músicos que participó en la grabación del disco original:

¡La grabación del muchacho de Brooklyn, de Aslan, es brillante! Mi impresión en general del grupo de Aslan es que es muy bueno. Ellos tienen un dinamismo extraordinario. Lo que falta es el tipo de sonido que tenía Piazzolla en el bandoneon, es una especie de... cómo se podría decir, un sonido un poquito triste, no sé cómo se puede explicar eso en palabras, pero el tocar, en general, es extraordinario, los solos de piano son buenísimos y los del contrabajo también. Es muy bueno el disco, es de una técnica impecable. Ellos pueden improvisar a la altura de cualquiera... ¡Son unos virtuosos! El trompetista es extraordinario... y el bajo... y todos, en realidad.
Y compara el disco original con esta nueva versión:
Yo, por ejemplo, allá por el año 59, conocía un poquito lo que estaba pasando con el estilo moderno de jazz, el be-bop, que lo tocan ellos, el trompetista es muy bueno, así que para los oyentes americanos, ellos van a tener un poco más de identidad con el estilo ese que con el de Piazzolla.
El que habla con tanto entusiasmo del disco de Aslan es, a sus 88 años, Carlos Rausch, el pianista original (no percusionista, como se ha apuntado por ahí) del disco Take Me Dancing. En próximas entradas del blog, su primera entrevista sobre Piazzolla, nos irá hablando del bandoneonista, de la grabación del disco y de la vida de un pianista argentino en el Nueva York de finales de los cincuenta.



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El quinteto de Aslan está de gira con Piazzolla in Brooklyn: 5 y 6 de abril en Buenos Aires (Argentina), y del 12 al 20 de abril, en Nueva York, Chicago y Miami Beach. Más detalles aquí y aquí.

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En Spotify:

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