(Dedicado a Ira Gitler.)
La posición central del hard bop en lo que hoy se considera el tronco principal del jazz es un fenómeno llamativo: resulta paradójico que un estilo tan presente, la lingua franca, por el inmenso legado discográfico y por lo mucho que se sigue practicando, especialmente en las escuelas de música, tenga tan poca literatura. Por la razón que sea, hay muy pocas biografías de músicos representativos del género y algunas no pasan de ser guías de escucha. Tampoco hay un tratado definitivo sobre el estilo (los tomos de Rosenthal y Mathieson no bastan), algo que, dada la relevancia del legado afro-americano que conlleva, más que en cualquier otra rama del jazz, deberían considerar uno o varios autores.
La posición central del hard bop en lo que hoy se considera el tronco principal del jazz es un fenómeno llamativo: resulta paradójico que un estilo tan presente, la lingua franca, por el inmenso legado discográfico y por lo mucho que se sigue practicando, especialmente en las escuelas de música, tenga tan poca literatura. Por la razón que sea, hay muy pocas biografías de músicos representativos del género y algunas no pasan de ser guías de escucha. Tampoco hay un tratado definitivo sobre el estilo (los tomos de Rosenthal y Mathieson no bastan), algo que, dada la relevancia del legado afro-americano que conlleva, más que en cualquier otra rama del jazz, deberían considerar uno o varios autores.
Volviendo a la cantidad de gente que sigue practicando este género sobre el escenario, entre los cuales hay muchos estudiantes recién licenciados de sus escuelas de música, a pesar del cinismo de los aficionados veteranos que lo han visto todo y además en persona, a alguno de esos músicos le gustará esta música. Si a alguno de ellos le hace falta ampliar repertorio, ahí va una sugerencia: ¿por qué no explorar el cancionero de Hank Mobley?
Hank Mobley en la sesión de grabación de Soul Station, domingo, 7 de febrero de 1960 (foto de Francis Wolff) |